

“El Señor te guardará de todo mal;
Él guardará tu alma.”
(Salmos 121:7, RVR1960)
Es posible que, a esta altura de la vida, una persona posea muchos bienes materiales, disfrute de la compañía de amigos y familiares, y cuente con riquezas obtenidas con el paso del tiempo. Sin embargo, hay un tesoro con el que cada ser humano nace y que Dios le otorga desde la eternidad: el alma. Existe una batalla despiadada por las almas de los hombres; el reino de las tinieblas lucha para que las personas abandonen la Palabra y la voluntad de Dios, uniéndose así a sus filas.
Y una vez que alguien se somete a la oscuridad y su corazón se encuentra entenebrecido, el pecado y la desesperanza comienzan a reinar. Pero para eso apareció el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo. Él compró con su sangre esas almas y las redimió, a todos aquellos que han creído en su nombre.
Todo creyente y seguidor del Reino de Dios que se ha unido al Señor voluntariamente pronto será consciente de esta realidad: el enemigo quiere su alma, pero poderoso es Dios, quien ha prometido guardarla.
Por eso, basados en esta promesa y sabiendo quién es el que la da, cada día debemos enfrentar valientemente todo ataque del enemigo que intente robarnos la fe, la esperanza y la seguridad que tenemos en Dios.
Oración
Padre nuestro que estás en los cielos, líbranos del maligno cada día. Que nuestra voluntad se fortalezca para obedecer y servir a tu Reino desde ahora y para siempre.
En el nombre de Jesús, Amén.
Recuerda hoy:
No importa lo que cada uno enfrente, Dios es el protector fiel. Él guardará la vida y el alma en todo momento. Descansen en Su cuidado perfecto.