

En momentos de dificultad y adversidad, hay palabras que atraviesan el corazón y nos sostienen. Así ocurrió con el profeta Jeremías, quien recibió de parte de Dios una promesa poderosa que sigue vigente hoy. Dice Jeremías 33:3 en la Reina-Valera 1960:
“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”
Me gusta cómo lo traduce la English Standard Version (ESV) en inglés:
“Call to me and I will answer you, and will tell you great and hidden things that you have not known.”
Y en francés, la versión Louis Segond dice:
« Invoque-moi, et je te répondrai; Je t’annoncerai de grandes choses, des choses cachées, que tu ne connais pas. »
Estas traducciones enriquecen nuestra comprensión: “clamar”, “call”, “invoquer”… en todos los idiomas, la invitación es la misma: levantar la voz, confiar y esperar respuesta.
El verbo hebreo usado aquí es קָרָא (qārā’), que implica llamar, invocar, clamar con intensidad. No se trata de una oración rutinaria, sino de un acto de fe profunda; es un grito del corazón en tiempos de necesidad, creyendo que Dios escucha y responde.
Muchas veces, nos sorprenden eventos fortuitos que parecen estar fuera de nuestro control. Sin embargo, nada toma por sorpresa a nuestro Dios. Él ya conocía tu situación y, mejor aún, es poderoso para socorrerte. Como dice Isaías 65:24:
“Antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído.”
Hoy, el Señor nos llama a sostener la fe aun cuando todo parezca difícil. Clamar no es solo pedir ayuda; es depositar nuestra confianza en el único que puede responder, revelar y transformar lo que nos supera.
Te invito, como parte de esta comunidad de fe, a que no guardes silencio ante la dificultad. Clama a Él —en español, inglés, francés, en cualquier lengua o situación— porque Dios no cambia y su promesa sigue firme: “Yo te responderé”.
Oración:
Señor, hoy clamamos a ti con fe. Reconocemos que solo tú tienes palabras de vida y poder para socorrernos. Enséñanos esas cosas grandes y ocultas que aún no comprendemos. Que tu respuesta sea nuestro consuelo y nuestra fuerza cada día. En el nombre de Jesús, amén.
Que tengas un día lleno de la gracia de Dios. No dejes de clamar, porque el Dios que responde está más cerca de lo que piensas.